¿Qué hay de cierto en las técnicas de detección de mentiras?
Desde el momento en que los humanos desarrollamos el
lenguaje, aprendimos a mentir y, aunque sean moralmente reprochables o
consideradas inaceptables socialmente, todos tendemos a decir mentiras alguna
que otra vez.
Desde el político que hace promesas que sabe que no podrá
cumplir, el contador que retoca los números de una compañía, el marido que dice
estar complacido por la visita de su suegra o el vendedor inescrupuloso que
hace de la mentira una forma de vida. Mentimos porque, aparentemente, obtenemos un beneficio
directo con ello: el político atrae votantes, la empresa paga menos impuestos,
el marido evita una pelea con su esposa, el vendedor gana dinero, etc.
En casos
como estos, la mentira representa un provecho personal, un acto egoísta. Pero,
del otro lado, habrá alguien perjudicado: el votante quedará frustrado, el
fisco recaudará menos, el comprador se llevará una ingrata sorpresa. El engaño está alrededor nuestro y ser capaces detectarlo nos
supondría una ventaja frente al resto de la sociedad. En ese sentido, se han
creado varias disciplinas que, según afirman sus proponentes, permitirían ayudarnos
a detectar mentiras en base a marcadores en el lenguaje hablado, en la postura
corporal y en los gestos asociados a las distintas emociones.
Teniendo en cuenta estas ideas, expertos en lenguaje
corporal y en programación neurolingüística dicen ser capaces de develar los
secretos que ocultamos en nuestra conducta. Analizan personalidades a partir de imágenes, detectan la falsedad en el discurso político, venden
libros de autoayuda, cursos de oratoria y seminarios en técnicas de lenguaje
corporal. Incluso, algunos expertos creen que las señales no verbales pueden
ser claves en las investigaciones criminales.
Asimismo, se han desarrollado
técnicas de detección de mentiras basadas en diversas tecnologías, como
el famoso polígrafo y algunas empresas ofrecen servicios de "detección
científica del engaño" mediante resonancia magnética y electroencefalogramas. ¿Qué tanto hay de cierto?
Tecnología
El problema
con la tecnología dedicada a la detección de mentiras radica en que no detecta
directamente la mentira, sino ciertos indicadores de la conducta relacionados con la misma.
El Polígrafo
El polígrafo
fue inventado en 1938 como un dispositivo para detectar mentiras en casos
policiales. El aparato registra ciertas respuestas fisiológicas, como el ritmo
cardíaco, la presión arterial, la resistencia eléctrica de la piel o la
frecuencia respiratoria, durante un interrogatorio.
Las críticas
al detector de mentiras provienen del hecho de que éste sólo mide reacciones
orgánicas, que son marcadores indirectos del engaño. Si el entrevistado está
nervioso, algo normal durante un interrogatorio, el polígrafo registrará las
reacciones fisiológicas debido al estrés de tal situación, aunque no necesariamente
esté mintiendo.
A pesar de
que en la actualidad es utilizado ocasionalmente por policías y servicios de
inteligencia, hay poca base para la validez de las pruebas de polígrafos. Un
informe del Consejo Nacional de Investigaciones de los Estados Unidos de 2003, El polígrafo y la detección de mentiras
(The National Academies Press), concluye que:
“…la
evidencia es escasa y científicamente débil. Nuestras conclusiones se basan,
necesariamente, en un cuerpo de evidencia menos que satisfactorio sobre la
exactitud del polígrafo, así como en conocimientos básicos sobre las respuestas
fisiológicas de las mediciones de polígrafo… La justificación teórica para la
prueba del polígrafo es bastante débil, especialmente en términos de miedo
diferencial, excitación u otros estados emocionales que se activan en respuesta
a las preguntas pertinentes o de comparación. No hemos encontrado ningún
esfuerzo serio en la validación de la prueba del polígrafo… Una mayor inversión
en mejorar la técnica del polígrafo y la interpretación apenas producirán mejoras
modestas en la precisión…”
La prueba
del polígrafo parece ayudar poco en la detección de engaños y falsos
testimonios o en la resolución de crímenes. Dado lo cuestionable de esta técnica, sus
resultados deberían ser tomados como indicio, pero nunca como prueba.
Eectroencefalograma
La teoría
detrás de esta técnica es que el cerebro procesa la información conocida de forma diferente
de la información nueva. La técnica mide los potenciales eléctricos sobre el
cuero cabelludo, de forma no invasiva, mientras el sospechoso se sienta en
silencio, con los ojos cerrados y un investigador le lee en voz alta cómo cree
que ocurrieron los hechos del crimen.
Las ondas cerebrales resultantes del
sospechoso son luego procesadas utilizando un software.
Los
defensores de su uso para la detección de mentiras se basan en la suposición de
que los patrones del EEG de personas culpables deben revelan que la escena del
crimen es familiar para ellos.
Sin embargo, hay poca evidencia
que avale las tecnologías de detección de mentira basadas en pruebas
electroencefalográficas. Y las
razones por las que este método no puede ser utilizado para detectar el engaño
a nivel individual son varios. En primer
lugar, no existe un marcador establecido para la “familiaridad”. Además, la
técnica siempre produce falsos positivos con una tasa de error entre un 15 y un
30%. También porque, dada la relación señal/ruido, es muy difícil obtener un
resultado correcto con una sola de prueba.
A pesar de
ello, en 2008 un tribunal de Mumbai, en la India sentenció a cadena perpetua a
un sospechoso de homicidio, basándose en los resultados obtenidos con esta
dudosa técnica electroencefalográfica.
Resonancia
magnética funcional
También se han llevado a cabo estudios que combinan imágenes de
resonancia magnética funcional con la prueba de la información oculta (CIT) –una
técnica psicofisiológica usada para evaluar si una persona tiene en su
conocimiento información relevante de un hecho determinado. Estos estudios han
documentado claras diferencias entre las respuestas engañosas y las honestas, obteniendo
una correlación del 100% entre decir una mentira y la activación de la
zona prefrontoparietal, también sobre la base que el cerebro atraviesa dos procesos distintos cuando inventa una
mentira y cuando recuerda la verdad.
Aprovechando
estas investigaciones, algunas empresas (NoLieMRI o Cephos Corp) comercializan
servicios de detección de mentiras basadas en RMf, lo cual genera dilemas éticos en la parte legal e incertidumbre en la comunidad científica por la metodología aplicada.
“…la técnica
no identifica directamente la firma neural de la mentira. La detección de
mentiras por RM funcional se basa en la identificación de patrones de flujo
sanguíneo cerebral que se correlacionan estadísticamente con el acto de mentir
en una situación experimental controlada. La técnica no lee mentes ni
determina si la memoria de una persona, contiene algo distinto de lo que ésta
dice. El problema con la identificación de falsos positivos es poco
probable que se supere en grado suficiente, de modo de permitir que los
resultados de la prueba de detección de mentiras por RMIf derrote cualquier duda razonable…”
En el caso
del polígrafo se obtenían falsos positivos en sujetos con ansiedad o miedo,
porque mostraban signos biológicos a los de alguien que estaba mintiendo. Con la
detección de mentiras por imágenes de RMf se presenta un problema similar: la
supresión de una respuesta podría generar un falso positivo.
"Críticamente,
ningún estudio ha examinado directamente el efecto de las contramedidas, método
utilizado por los infractores para derrotar a los procedimientos de detección del
engaño. Se llevó a cabo un estudio de resonancia magnética funcional para
llenar esta brecha en la investigación utilizando el paradigma de la información
oculta en el que los participantes fueron capacitados para utilizar
contramedidas… la precisión en la detección engaño fue del 100% sin
contramedidas, mediante la activación en las cortezas prefrontal ventrolateral
y medial, pero cayó a 33% con las contramedidas. Estos hallazgos muestran
que la detección de engaños basada en fMRI puede ser vulnerables a las
contramedidas, llamando a la prudencia antes de aplicar estos métodos a las
situaciones del mundo real."
Es decir, que en las imágenes de resonancia magnética se
observan los cambios característicos en el 100% los individuos que mienten,
pero cuando se utiliza la técnica para burlar el detector (las contramedidas), la
tasa de detección se reduce al 33%. Estas conclusiones colocan a la detección
de mentiras por RMf en el mismo escalón que el polígrafo.
Lenguaje corporal
Existen disciplinas académicas como la semiótica o la lingüística
que observan y describen las formas de comunicación verbal y no verbal.
Por el otro
lado, existe la interpretación de ciertos gurús de autoayuda y autoproclamados
expertos en lenguaje corporal y conducta que creen poder leer algo tras las
expresiones faciales, la postura y movimientos del cuerpo. Estos “expertos” en lenguaje
corporal dicen poder descifrar las verdaderas emociones y sentimientos, revelar
los secretos o descubrir significados ocultos observando la conducta de las
personas.
Según afirman, cubrirse la boca con la mano, tocarse la nariz, cerrar
los ojos, un acto fallido, un cambio en el tono de la voz, la falta de contacto
visual o rascarse el cuello o una oreja son señales no verbales de la mentira.
Además, nos dicen que cualquiera puede aprender estas
técnicas y beneficiarse de ellas y así, ser capaces de detectar cuándo quieren
engañarnos, de ir confiados a una entrevista de trabajo, de cautivar a una
audiencia, de conquistar al ser amado o de evitar enviar un mensaje equivocado en una reunión de negocios.
Sin embargo, la mayoría de libros sobre el lenguaje corporal
están repletos de anécdotas y sólo referencian a otros autores que apoyan sus
teorías, pero por lo general, no hay citas de estudios científicos.
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Según los coachs de PNL, la dirección de la mirada nos permite saber si nos están mintiendo. Un estudiode 2012 demostró que esta creencia es falsa. |
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Por ejemplo, los defensores de la Programación Neurolingüística
(PNL) afirman que ciertos movimientos oculares son indicadores fiables de la
mentira. De acuerdo con esta noción, una persona que miente tiende a mirar hacia
su derecha mientras que si mira arriba a la izquierda indica que dice la
verdad.
A pesar de la creencia generalizada en esta afirmación, la publicación The Eyes Don’t Have It: Lie Detection and Neuro-Linguistic Programming relata los estudios liderados por el psicólogo
Richard Wiseman y su equipo, quienes examinaron su validez. La conclusión es que no encontraron ningún patrón coincidente con los propuestos por la PNL entre el
movimiento de los ojos y decir una mentira o decir la verdad.
Por otra parte, el psicólogo pionero en el estudio de las
expresiones faciales y las emociones, Paul Ekman
, dio origen a la idea de las microexpresiones. Ekman afirma que un conjunto
de expresiones faciales muy sutiles y ciertos marcadores del comportamiento no
verbal del cuerpo humano podrían ser utilizados para detectar mentiras con cierto
grado de confiabilidad.
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Ejemplos de las emociones más comunes, según el sistema FACS. |
Básicamente, para Ekman, cuando una persona miente oculta
sus verdaderas emociones. No obstante, esas emociones subyacentes logran
emerger a través de efímeras microexpresiones que duran menos de una quinta
parte de un segundo, dejando aflorar así las verdaderas intenciones que se
quieren esconder, como la ira o la culpa. Por ejemplo, si alguien finge estar
alegre cuando en realidad está triste, suele fruncir brevemente el ceño.
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En la serie Lie to me, el agente Cal Lightman (Tim Roth), resuelve los casos más difíciles usando las supuestas técnicas de Ekman. |
Con estos planteos, Ekman y sus colaboradores desarrollaron un
sistema de codificación, el Facial Action Coding System (FACS) y
aseguran que, cuando se lo combina con marcadores de la voz y el habla, se
alcanza una precisión de detección mayor al 90 por ciento. Estas
investigaciones inspiraron la serie televisiva Lie to Me, en la que él mismo
intervino como consultor y que le permitió popularizar sus ideas.
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La TSA emplea miles de oficiales que intentan descubrir el accionar de pasajeros sospechosos. John Moore/Getty Images
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Estos hallazgos han
sido utilizados dentro del programa Screening of Passengers by Observation Techniques (SPOT) para cuidar la seguridad aeroportuaria por oficiales
de la Administración de Seguridad del Transporte (TSA) en los EEUU, como método
de detección de delincuentes, traficantes y potenciales terroristas. En su blog, la
TSA expone:
"El programa fue diseñado por Paul Ekman (PhD), profesor de
psicología en la Universidad de la Escuela de Medicina de California. Él ha estudiado
el comportamiento en los últimos 40 años y ha enseñado a la TSA, Aduana y
Protección Fronteriza, la CIA, el FBI y otras agencias federales a observar las
expresiones faciales sospechosas de tensión, miedo o engaño… Después de transmitir
sus habilidades a la Aduana, la tasa de éxito para la búsqueda de drogas
durante los registros de pasajeros se elevó del 4,2% en 1998 al 22,5% [en 2008]."
De nuevo, con las microexpresiones ocurre lo mismo que con
el polígrafo. Las microexpresiones parecen indicar cuándo se están ocultando las
verdaderas emociones, pero no por qué se lo está haciendo. Es decir, se tiene
un posible indicador de la mentira, pero no tenemos forma de distinguir con certeza
si realmente, en cada caso, se está mintiendo o no.
La mayoría de los investigadores están de acuerdo que los
humanos son demostrablemente malos en la detección de mentiras cara a cara. En
ese sentido, los psicólogos DePaulo y Morris realizaron un análisis de posibles
predictores del engaño. Y en un metaanálisis hecho por los psicólogos Charles Bond y
Bella DePaulo se analizaba la exactitud a la hora de discriminar la verdad de
la mentira por personas sin entrenamiento o ayuda especial. De los 253 estudios
evaluados, la precisión global para distinguir la verdad de la mentira resultó
de apenas 54%, no mucho mejor que lanzar una moneda.
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Algunas "microexpresiones" son más fáciles de leer que otras. |
Sobre la afirmación de
Ekman de la existencia de supuestos “dotados” en detectar mentiras, los investigadores Charles
F. Bond Jr. y Ahmet Uysal examinaron en 2007 la investigación de Ekman sobre en
el artículo On Lie Detection "Wizards"
, y concluyeron que:
"Los análisis revelan que el azar puede explicar los
resultados que los autores atribuyen a la hechicería. Por lo tanto, por la
lógica estadística habitual de la investigación psicológica, las afirmaciones
sobre hechicería de O'Sullivan y Ekman son gratuitas."
En una crítica, el psicólogo Charles Bond, argumenta una serie de defectos en esta teoría de
Ekman, indicando que los detectores exitosos fueron extraídos de una muestra de miles y los “wizards”
obtuvieron mejores puntuaciones simplemente debido al azar."Si un número
suficiente de personas juegan a la lotería, alguien va ganar".
Además, los detractores de Ekman esgrimen que la mayor parte de
sus estudios revisados por expertos sobre microexpresiones fueron publicados
hace décadas, y muchos de sus escritos más recientes sobre el tema no han sido
revisados. Ekman escuda su estrategia de no publicar todos los detalles de sus
trabajos en la literatura revisada por pares, en que podrían
representar una amenaza potencial a la seguridad de los Estados Unidos si tal conocimiento cayera en manos enemigas.
En cuanto a la metodología SPOT utilizada por la TSA la cosa parece que tampoco es tan maravillosa. Desde que se implementó en 2007, se entrenó a más de 3000 “oficiales en
detección de conductas” operando en 176 aeropuertos, con un costo para los contribuyentes de 200 millones de dólares anuales–. Pero, según varios
informes, no está apoyada por evidencia
científica.
El reporte TSA Should Limit Future Funding for Behavior Detection Activities,
redactado por la de la Oficina de Responsabilidad Gubernamental (GAO) en
noviembre de 2013 concluyó
que el entrenamiento de los oficiales produjo resultados que son “apenas
mejores que acertar por mera casualidad”, algo así como lanzar una
moneda y que además, tal entrenamiento "produce resultados que son iguales o ligeramente
superiores que lo obtenidos por observadores no entrenados". La GAO analizó
datos de los años 2011 y 2012 y encontró que la tasa con la que los oficiales
de le TSA requerían chequeos adicionales en pasajeros, basados en los
marcadores, variaba significativamente entre aeropuertos. Esto le llevó a
preguntarse si esas diferencias se debían a que esos marcadores eran subjetivos
o que se aplicaban con disparidad de criterios. Inclusive, la GAO duda de que haya servido para algo:
"Diez
años después de la elaboración del programa SPOT, la TSA no puede demostrar la eficacia de sus
actividades de detección de comportamiento... Hasta que la TSA pueda
proporcionar evidencia científicamente validada que demuestre que los
indicadores de comportamiento pueden ser utilizados para identificar a los
pasajeros que pueden suponer una amenaza para la seguridad de la aviación, el
organismo corre el riesgo de financiar actividades que no se han determinado eficaces”.
Conclusiones
La tecnología aplicada a la detección de mentiras ha encontrado
correlaciones interesantes entre el engaño y varios marcadores biológicos. Sin embargo, las dificultades
en la aplicación de ese conocimiento a la cuestión de la detección de mentiras
tienden producir resultados más bien pobres. Más aún, cuando se tiene en
cuenta que pueden ser burladas deliberadamente por técnicas conocidas como las contramedidas.
Las microexpresiones podrían ser indicadoras de las
emociones, aunque no está suficientemente estudiado. Menos aún la afirmación de
que, con el auxilio de dichas microexpresiones, podríamos discernir la verdad de
la mentira. En todo caso, serían un marcador
más de que se están ocultando las verdaderas emociones, pero de ahí a la
mentira hay un largo camino. Cada acción
puede tener varios significados y orígenes posibles. Alguien podría esconder
sus emociones por miedo, angustia, estrés o muchas otras causas, sin
necesariamente estar mintiendo.
Los estudios que buscan vínculos entre lenguaje corporal y
la mentira dan resultados poco favorables a estas técnicas –apenas mejor que acertar
por puro azar– tanto para los sujetos que
reciben entrenamiento como los que no. Tampoco encontraron personas con
mejores capacidades que el resto (los famosos “wizards” de Ekman) para detectar
mentiras, en base a gestos o lenguaje corporal. Así, la lectura del lenguaje corporal se asemeja a la lectura en frío, resultando en una interpretación
subjetiva del observador que puede conducir a malas interpretaciones y, como vimos, algunas afirmaciones de gurús del lenguaje
corporal –como los de la Programación Neurolinguistica– son poco
fiables y carecen de base científica.
Por último, las técnicas que pretenden detectar delincuentes rastreando
marcadores del lenguaje no verbal y microexpresiones –como en el caso del programa
SPOT– no están validados científicamente y, de hecho, los estudios llevados adelante parecen indicar
que no funcionan. Imponer un programa para identificar pasajeros sospechosos sin
primero probar su base científica no sólo representa un expendio inútil de
fondos públicos, sino una potencial falencia en la seguridad aeroportuaria.
Bibliografía y lectura adicional